Tomado de: www.artelista.com
Será la época de las rupturas, concretada en la vanguardia histórica y continuada en nuestra contemporaneidad, la gran espectadora del autodidactismo en el arte (junto con los primeros tiempos de la expresión artística, entendida ya como tal). Una forma de crear que difícilmente hubiera sido bien acogida en siglos en los que la práctica del arte sólo era "permitida" ligada a determinadas asociaciones o gremios y que, aún hoy, genera susceptibilidades.
Existe un buen número de artistas, sin embargo, que alcanzaron cuanto menos la calidad formal a partir de un aprendizaje marcado por sus propios recursos, desacreditando a aquellos que opinan que sin academicismo no hay arte.
Aprendizaje reglado versus libre aprendizaje. Éste es uno de los grandes debates que aún hoy continúan abiertos en el campo de las artes plásticas, llegando, incluso, la propia definición de ambos conceptos a suscitar desacuerdos. Se entiende por autodidacta a la persona que "se instruye por sí mismo", esto es, que emplea sus propios medios para alcanzar un conocimiento, sin ayuda de maestros que le guíen. A lo largo de la Historia del Arte son cuantiosos los ejemplos de esta forma de adquisición del saber, si bien es en los primeros tiempos del desarrollo artístico y en los siglos XX y XXI cuando se encuentra el mayor número de casos.
Algo que es lógico si se tiene en cuenta que las primeras manifestaciones plásticas consideradas arte (el arte prehistórico) surgieron en una época en la que el aprendizaje estaría basado en un proceso prueba-error y la conciencia de creación plástica actual aún no existía; junto con esto, la instrucción en los siglos posteriores estará basada en una transmisión oral y el aprendizaje se circunscribirá a un hecho individual, no siendo hasta época del medioevo cuando se funden los gremios artesanales que recojan en su constitución el deber de la enseñanza.
Una circunstancia que se mantendrá como norma general hasta el s.XX, un siglo cuya esencia estará marcada por el cambio, la ruptura con lo establecido y la experimentación, procurando así un germen magnífico al autodidacta. Es cierto, sin embargo, que muchos de los autodidactas más famosos de la Historia del Arte tendrán algún tipo de formación académica a lo largo de su vida, aunque su estilo se desarrollará al margen de escuelas mediante el procedimiento de la observación y la copia.
Quizá el más conocido de los artistas autodidactas del s.XX sea Van Gogh, un pintor sin formación plástica real que aprenderá los rudimentos del dibujo a partir del análisis de láminas y la ayuda de un profesor de la Academia de Bellas Artes de Bruselas, Van Rappard, y de un familiar pintor. Un aprendizaje discontinuo e insuficiente que no impidió, sin embargo, que llegara a desarrollar un estilo dentro del postimpresionismo totalmente personal y cualitativo.
Algo que pueden suscribir, un poco antes, artistas como Constable o Turner y, de nuevo en el s.XX, Gauguin, Henri Rousseau, Manuel Millares, Munch y casi todos los manifestantes del expresionismo (con casos verdaderamente contradictorios, como el del grupo alemán Die Brücke, de claro pensamiento apologético del autodidactismo cuyos miembros habrían recibido una formación académica), el arte marginal y el arte naïf . Ejemplos un poco más difíciles de centrar si hablamos de arquitectura, por razones obvias (aunque con notables ejemplos contemporáneos, como es el caso de Tadao Ando), o escultura (nos vemos de nuevo obligados, como sucedería con la arquitectura, a regresar la mirada a los primeros constructores de pirámides y templos).
Leonardo da Vinci será otro de los grandes autodidactas de la historia, en todos los campos del saber a los que dirigió su mirada, ciencia incluida. Una excepción atemporal cuyo testigo alcanzará ya en el s.XXI a artistas de la talla de Eduardo Úrculo, José Ibarrola e, incluso, el hiperralista Antonio López que, si bien recibió una formación académica, se ha definido a sí mismo en más de una ocasión como "un autodidacta en continuo aprendizaje", ofreciendo, tal vez, la clave de la consecución del verdadero arte.
Existe un buen número de artistas, sin embargo, que alcanzaron cuanto menos la calidad formal a partir de un aprendizaje marcado por sus propios recursos, desacreditando a aquellos que opinan que sin academicismo no hay arte.
Aprendizaje reglado versus libre aprendizaje. Éste es uno de los grandes debates que aún hoy continúan abiertos en el campo de las artes plásticas, llegando, incluso, la propia definición de ambos conceptos a suscitar desacuerdos. Se entiende por autodidacta a la persona que "se instruye por sí mismo", esto es, que emplea sus propios medios para alcanzar un conocimiento, sin ayuda de maestros que le guíen. A lo largo de la Historia del Arte son cuantiosos los ejemplos de esta forma de adquisición del saber, si bien es en los primeros tiempos del desarrollo artístico y en los siglos XX y XXI cuando se encuentra el mayor número de casos.
Algo que es lógico si se tiene en cuenta que las primeras manifestaciones plásticas consideradas arte (el arte prehistórico) surgieron en una época en la que el aprendizaje estaría basado en un proceso prueba-error y la conciencia de creación plástica actual aún no existía; junto con esto, la instrucción en los siglos posteriores estará basada en una transmisión oral y el aprendizaje se circunscribirá a un hecho individual, no siendo hasta época del medioevo cuando se funden los gremios artesanales que recojan en su constitución el deber de la enseñanza.
Una circunstancia que se mantendrá como norma general hasta el s.XX, un siglo cuya esencia estará marcada por el cambio, la ruptura con lo establecido y la experimentación, procurando así un germen magnífico al autodidacta. Es cierto, sin embargo, que muchos de los autodidactas más famosos de la Historia del Arte tendrán algún tipo de formación académica a lo largo de su vida, aunque su estilo se desarrollará al margen de escuelas mediante el procedimiento de la observación y la copia.
Quizá el más conocido de los artistas autodidactas del s.XX sea Van Gogh, un pintor sin formación plástica real que aprenderá los rudimentos del dibujo a partir del análisis de láminas y la ayuda de un profesor de la Academia de Bellas Artes de Bruselas, Van Rappard, y de un familiar pintor. Un aprendizaje discontinuo e insuficiente que no impidió, sin embargo, que llegara a desarrollar un estilo dentro del postimpresionismo totalmente personal y cualitativo.
Algo que pueden suscribir, un poco antes, artistas como Constable o Turner y, de nuevo en el s.XX, Gauguin, Henri Rousseau, Manuel Millares, Munch y casi todos los manifestantes del expresionismo (con casos verdaderamente contradictorios, como el del grupo alemán Die Brücke, de claro pensamiento apologético del autodidactismo cuyos miembros habrían recibido una formación académica), el arte marginal y el arte naïf . Ejemplos un poco más difíciles de centrar si hablamos de arquitectura, por razones obvias (aunque con notables ejemplos contemporáneos, como es el caso de Tadao Ando), o escultura (nos vemos de nuevo obligados, como sucedería con la arquitectura, a regresar la mirada a los primeros constructores de pirámides y templos).
Leonardo da Vinci será otro de los grandes autodidactas de la historia, en todos los campos del saber a los que dirigió su mirada, ciencia incluida. Una excepción atemporal cuyo testigo alcanzará ya en el s.XXI a artistas de la talla de Eduardo Úrculo, José Ibarrola e, incluso, el hiperralista Antonio López que, si bien recibió una formación académica, se ha definido a sí mismo en más de una ocasión como "un autodidacta en continuo aprendizaje", ofreciendo, tal vez, la clave de la consecución del verdadero arte.
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