en 1981.
(Foto Elisa Llenza / Colección Miguel López Ortiz)
Un antiguo proverbio de la cultura callejera sostiene que “los viejos rumberos nunca mueren”. Y es un hecho que tal filosofía encierra mucha verdad cuando quien parte a “mejor vida” ha dejado una huella profunda durante su paso por este mundo. Pero, aun así, siempre resulta doloroso tener que echar de menos la presencia física de alguien a quien se ha querido y admirado. Como Ray Barretto, cultor notabilísimo en el campo del jazz e ícono en el universo salsero. Definitivamente, aquellos que adoramos esta expresión rítmica de fuerte raíz afroantillana estamos de luto.
Este aclamado músico era hijo de los aguadillanos Ramón Barreto y Gloria Pagán. Vio la primera luz en Brooklyn, Nueva York (EE.UU), el 29 de abril de 1929, habiendo sido bautizado con el nombre de Raymond Barreto Pagán. Poco después de que abriera sus ojos al mundo, sus padres se separaron. Su progenitor, quien jamás se acostumbró a la vida de la Gran Urbe, regresó a su pueblo. Acá formó una nueva familia y, durante años, mantuvo un pequeño laboratorio de fotografía frente a la Plaza de Recreo.
Su infancia transcurrió en el Barrio Latino – o Este de Harlem – y en el condado de Bronx. La circunstancia de quedar solo durante las noches mientras su madre trabajaba en una fábrica para procurar el sustento familiar lo indujo a buscar distracción en la radio. La música de jazz que escuchaba a través de este medio lo embrujó rápidamente. Así, pues, desde niño conoció las grabaciones de Duke Ellington, Count Basie, Benny Charlie Parker, el swing de Benny Goodman y muchos otros consagrados.
A la edad de 17 años, decidido a escapar de la pobreza del ghetto, se enlistó en el Ejército de Estados Unidos. Luego de recibir el entrenamiento básico, fue asignado a una base militar en Munich, Alemania. Ya para entonces conocía los rudimentos de la percusión tradicional cubana, mismos que había aprendido de manera autodidáctica, profundamente influenciado por la grabación del tema “Manteca”, de Dizzy Gillespie y su orquesta con el virtuoso conguero Luciano «Chano» Pozo. Durante aquella etapa como soldado, acostumbraba visitar los fines de semana el Orlando’s Jazz Club, donde se celebraban unas descargas (o “jam sessions”) que siempre describiría como “bravísimas”.
Tras su licenciamiento de las Fuerzas Armadas en 1949, Ray Barretto regresó al Barrio Latino determinado a pulirse como percusionista y a dedicarse por completo a la música. Su primer trabajo regular en su entonces incipiente carrera fue con Eddie Bonnemere & His Latin Jazz Combo (1950-1953). De aquella formación pasó a la más reconocida orquesta del pianista cubano José Curbelo, en la que permaneció los próximos cuatro años (1953-1957).
Su debut discográfico aconteció con el clásico “Dance Mania”, de Tito Puente, en 1957
Su nombre comenzó a cobrar trascendencia en el panorama de la música caribeña y del jazz afrocubano a partir de 1957 cuando Tito Puente lo reclamó para sustituir a Mongo Santamaría en su ya famosa organización. Fue poco después de su ingreso a esta banda que vivió la experiencia de grabar por primera vez. Su debut discográfico fue, nada más y nada menos, que con el álbum “Dance Mania” (RCA Victor, LP-1692), destinado a convertirse, no sólo el más exitoso en toda la discografía de «El Rey del Timbal», sino en uno de los más vendidos en la historia de la música popular latinoamericana, habiéndose reeditado en varias oportunidades.
Consecuencia de su brillante desempeño en tan histórica producción – realizada sólo en dos secciones de par de horas cada una, en diciembre de 1957 – fue que, de inmediato, se convirtiera en uno de los congueros más solicitados para sesiones de grabación, tanto en el ámbito rumbero como en el panorama jazzístico. A partir de entonces, alternó su trabajo con Puente colaborando en grabaciones de Cannonball Adderley, Gene Ammons, Art Blakey, Eddie «Lockjaw» Davis, Lou Donaldson, Red Garland, Dizzy Gillespie, Freddie Hubbard, Wes Montgomery, James Moody, Max Roach, Sonny Stitt, Cal Tjader y de todo aquel que brillaba en el mundillo musical hispano de la plaza neoyorquina.
La oportunidad de estrenarse como director de una orquesta propia se la brindó Orrin Keenpnews, ejecutivo de Riverside Records, en 1961. Éste se solicitó que organizara una charanga, pues entonces el cubano José Fajardo y Sus Estrellas comenzaban a dar candela en la Gran Urbe y, por otro lado, él ya era conciente de la excelencia de Barreto como percusionista. El resultado de aquel reclamo fue la creación de la Charanga Moderna cuyo debut discográfico se materializó vía “Pachanga With Barretto” (LP-1087). Ya bajo la etiqueta United Artists Latino, a tal producción le siguieron “¡Latino!” (LP-4053 / 1962); “Charanga Moderna” (LP-1087) y “On Fire Again” (LP-1096 / 1963); “Guajira y guaguancó” (TRSLP-1114 / 1964); “¡Viva Watusi!” (UAL-6445) y “El Rey Criollo” (LP-6543) – que generó el exitazo “El watusi”, número 20 en el escalafón de Billboard y lo hizo acreedor a su primer Disco de Oro – y “El Rey Criollo” (UAL-6543 / 1965). El cubano Willy García, esposo de La Lupe, era su cantante estelar.
En realidad, la Charanga Moderna de nuestro biografiado encajaba en el formato que en Cuba se denomina charangón, mismo que refuerza a la estructura tradicional a base de violines, flauta y sección rítmica con metales. En este caso, con la trompeta del virtuoso Alejandro «El Negro» Vivar y el saxofón tenor del no menos brillantísimo José «Chombo» Silva.
Con Adalberto Santiago formó un binomio de antología
Al vincularse a la entonces naciente compañía Fania Records 1966, Ray Barretto echó a un lado los violines y creó una pequeña orquesta, pero con un sonido poderoso. Entonces, el vocalista García cedió su posición al cialeño Adalberto Santiago. Junto a éste formaría uno de los binomios para extraordinarios en la historia de la salsa, mismo que permaneció inalterable durante seis años – hasta 1972 –, aunque luego ambos volverían a unirse en múltiples eventos especiales y en varias grabaciones. La filiación de aquel colectivo era de antología: Luis Cruz (pianista y arreglista); Roberto Rodríguez (primera trompeta); Joseph «Papy» Román (segunda trompeta) y, ocasionalmente, René López (tercera trompeta); Dave Pérez (bajista); Orestes Vilató (timbalero) y Johnny «Dandy» Rodríguez (bongosero).
A esta etapa pertenecen producciones que hoy son consideradas clásicas de este género: “Power” (LP-391); “Soul Drummer” (SLP-542) y “Alma alegre” (SLP-62723 / 1967); “Acid” (SLP-346 / 1968); “Hard Hands” (LP-362 / 1969); “Together” (SLP-378) – a juicio de muchos conocedores, el mejor que grabó con Santiago –, “The Message” (LP-00403 / 1971) y “Que viva la música” (SLP-00497 / 1972).
Luego de que dicho grupo se desintegrara debido a que la mayoría de los músicos siguieran a Santiago y Vilató para dar vida a la Típica ’73, Barretto procuró al riopedrense Tito Allen para proseguir su trayectoria frente a una nueva alineación. Fruto de tal iniciativa fue el sensacional disco “Indestructible” (SLP-00456), editado en 1973, del surgieron tres exitazos: “El hijo de Obatalá” (original de Tite Curet Alonso); “Llanto de cocodrilo” y el que le sirvió de título, originales del propio Barreto. El sentir del grueso de la masa salsómana coincide en que este trabajo, conjuntamente con “Together”, fue el que consagró a Ray Barretto como el indiscutido «Ray de las Manos Duras».
Aunque sin separarse del consorcio Fania – que lo había sembrado como pilar de su constelación de virtuosos Fania All Stars desde su surgimiento en 1968 –, en 1973 realizó otro trabajo para la etiqueta Fantasy Records que habría de convertirse en clásico: “Carnaval” (F-24713), donde aparece su jitazo “Cocinando suave”. Detalle sumamente curioso respecto a esta producción es el hecho de que, en la pieza “Descarga La Moderna” ejecuta un candente solo de timbales.
Sin embargo, el disco “Barreto” (XSLP-00486), con los vocalistas Tito Gómez y Rubén Blades, editado en 1975, superó en ventas a todos los anteriores. “Guararé”, encomendado al primero, constituyó el gran éxito del año. De paso, fue con este LP que Ray Barretto logró su primera nominación al premio Grammy. Ese mismo año – así como los dos siguientes (1976 y 1977) – la revista Latin New York lo galardonó como Mejor Conguero de la Salsa.
Aun así, para entonces este gran músico ya se sentía cansado de las incesantes amanecidas en salones de baile. Además, entendía que la salsa que los mandamases de Fania Records limitaban su creatividad y no le brindaban espacio para la experimentación. Así las cosas, luego de amenizar una función de Despedida de Año, dejó la agrupación a sus músicos, quienes la rebautizaron como Orquesta Guararé y continuaron trabajando con ella.
Su siguiente proyecto fue la organización de una banda orientada hacia el jazz fusión. Gracias a un acuerdo entre Fania y Atlantic Records, vio la luz el doble álbum “Barretto Live: Tomorrow” (SD-2-509), el cual recogía el repertorio que interpretara durante el concierto que ofreció en el Beacon Theater, de Nueva York, en mayo de 1976.
Tras los lanzamientos de “Todo se va a poder” (SLP-00505) y “Eye of the Beholder” (SD-19140) en 1977 y “Can You Feel It” (SD-19198) en 1978, se reencontró con Adalberto Santiago para volver a adentrarse en la onda rumbera con “Rican / Struction” (JM-552), en 1979. En sus próximos dos álbumes, “Giant Force” (JM-579) y “”Rhythm of Life” (JM-605), editados en 1980 y 1982, respectivamente, presentó como vocalista al talentoso Ray De la Paz.
“Ritmo en el corazón”, junto a Celia Cruz, lo hizo merecedor del Grammy en 1990-
A su venidero trabajó discográfico, “¡Tremendo trío!” (JM-623), la simpar Celia Cruz se unió al binomio Barreto-Santiago. Fue uno de los grandes aciertos salseros de 1983. Luego, teniendo como principal cantante a Ray Saba, produjo “Todo se va a poder” (JM-633) y “Aquí se puede” (JM-642), editados en 1983 y 1984, respectivamente. Después realizó otra grabación con Celia Cruz: “Ritmo en el corazón” (JM-651), lanzada a fines de 1988 y editada en el Reino Unidos y otras naciones europeas bajo la etiqueta Caliente Records. Esta joya de la salsa lo hizo acreedor al consagratorio premio Grammy en 1990. Mientras tanto, en 1989 tuvo una breve incursión en la denominada salsa monga con el disco “Irresistible” (JM-658), con Carlos Torres como vocalista líder. Muchos “salseros de la mata” siempre le resentirían aquel desatino.
De todas maneras, para festejar su larga e importantísima trayectoria en los campos del jazz y de la música afrocubana, junto a su cantante estelar Adalberto Santiago y el trompetista Juancito Torres como director musical, protagonizó el concierto “Las dos vidas de Ray Barretto” celebrado en el Teatro de la Universidad de Puerto Rico, el 30 de agosto de 1990. El médico y empresario Fidel Estrada fue el organizador de aquel evento.
Aunque sin alejarse demasiado de la salsa, a partir de la pasada década se concentró en el jazz latino frente a su nuevo grupo, New World Spirit, frente a la que recorrió gran parte del mundo y legó grabaciones tan excelentes como “Handsprints” (Conconcor, CCD-4473 / 1991); “Ancestral Messages” (Concord, CCD-4549 / 1993); “Taboo” (Concord, CCD-4601 / 1994); “My Summertime” (EMI, TCLB-367302 / 1996); “Contact!” (Blue Note/EMI, CD-428524 / 1997); “Postraits in Jazz & Clave” (RCA, CD-276177 / 2000); “Homage to Art Blakey” (Sunny Side, SSCD-1105) y “Hot Hands” (Concord Picante, CPCD-498256), y, finalmente, “Time Was, Time Is”” (O Plus Music, CD-109), que estuvo nominado al Grammy este mismo año.
Hasta el final de su vida, Ray Barretto estuvo colmado de honores. Para su fortuna, vio materializado todos sus anhelos. Muy especialmente, presentarse ante sus coterráneos – solía identificarse como “aguadillano”, aunque jamás vivió en este municipio – en los escenarios más importantes. Su más reciente concierto aquí fue el titulado “El sueño del Rey”, celebrado en el Centro de Bellas Artes de San Juan, el 8 de septiembre de 2005. Durante este evento, presentó oficialmente, como nuevo miembro de su grupo New World Spirit, a su hijo Christopher, ejecutante del saxofón tenor y de 20 años de edad, fruto de su matrimonio con su hoy viuda, Annette «Brandy» Rivera.
La noche del sábado 14 de enero, en el Ballroom del New York Hilton, fue objeto del máximo galardón a que podría aspirar un jazzista: ser reconocido por la Asociación Internacional de Educadores de Jazz (AIEJ) con el título de Maestro del Jazz. Al regresar a su hogar, temprano en la madrugada, se dispuso a sacar con una pala la nieve que obstruía la entrada. De repente comenzó a sentir problemas cardíacos y respiratorios provocados por un fuerte ataque de asma. Su esposa lo trasladó de inmediato al Valley Hospital, en Ridgewood, Nueva Jersey. Allí permanecería internado tres semanas, durante las cuales el estado de su salud se complicó debido a un padecimiento renal y a una fuerte pulmonía. Por tanto, fue sometido a una operación a corazón abierto y a cuatro desvíos coronarios.
Su condición de salud mantuvo a la expectativa a la Prensa internacional-
Desafortunadamente, no hubo mejoría. El jueves 16 de febrero fue trasladado al Centro Médico de la Universidad de Hackensack, también en Nueva Jersey, donde se le practicaría una traqueotomía. Sin embargo, ya su organismo no soportaría una nueva intervención. En esta institución hospitalaria expiró a las 5:00 de la madrugada del viernes 17, faltándole dos meses y medio para cumplir 77 años de edad. Además de su esposa y el ya mencionado Christopher, le sobreviven otros tres hijos habidos en su primer matrimonio, más varios hermanos, algunos residentes en Aguadilla.
Es importante recalcar el dato de que la Prensa de toda América y Europa se encontraba a la expectativa en torno a la condición de salud del maestro Barretto. Incluso, temprano en la mañana de su deceso, se comunicaron a la sede de la Fundación Nacional para la Cultura Popular, en busca de reacciones al respecto y de anécdotas sobre su vida, los reporteros Norberto Vallejo – de la cadena colombiana Radio Caracol – y Carlos Pachinchi, de la revista peruana “DJ”, además de varios representantes de los medios nacionales.